Con solo 15 años, tomé una vieja máquina y corté el pelo de mi padre por primera vez. No teníamos dinero para ir a un peluquero, pero sí teníamos ganas de vernos bien. Aquella tarde, entre risas y nervios, descubrí que tenía un talento y una pasión que me acompañarían toda la vida.

Con el tiempo, comencé a cortar el cabello a mis amigos, vecinos y familiares. Cada corte era una oportunidad para aprender, mejorar y hacer que alguien saliera de la silla sintiéndose más seguro, más fuerte, más él mismo.

Así nació El Viejo Barbón: una barbería que mantiene vivo el espíritu de aquellos comienzos humildes, pero con la experiencia y la técnica que solo los años pueden dar.

Hoy, después de miles de cortes, sigo creyendo en lo mismo: que un buen corte no solo cambia tu imagen, también cambia cómo te ves a ti mismo.

En El Viejo Barbón, cada cliente es parte de la historia. Pasa, siéntate y déjame mostrarte por qué este arte sigue siendo mi forma favorita de transformar personas.